Desde muy temprano en la vida, nos vamos encorsetando. No queremos desentonar, entonces apagamos ciertas cuestiones que nos hacen únicos y tratamos de seguir lo que hace el resto. Y en ese camino, empezamos a sernos infieles a nosotros mismos.
Tampoco somos una única persona. A veces podemos ser introvertidos, y otras, súper sociales; a veces muy flexibles, y otras, bastante más estructurados. Nuestros intereses, gustos, percepciones y circunstancias van cambiando. Y no hay que tener miedo de expandirse, explorar y probar cosas distintas. En todo ser humano hay creatividad, contradicciones y esplendor. Como decía el poeta Walt Whitman, “soy grande, contengo multitudes”.
En su libro El mejor momento es ahora, @jack_kornfield cuenta que el mindfulness es una gran herramienta para conocernos mejor y ganar claridad sobre quiénes somos. Nos permite ver nuestros hábitos, temores y condicionamientos y así aprender a conocer nuestros sentimientos y valores más profundos.
La vida no siempre va a ser fácil ni agradable. Muchas veces querríamos que las circunstancias fueran distintas, pero el momento presente es lo que es. La psicología budista dice que tenemos un río de sentimientos, y la práctica de mindfulness nos ayuda a conocerlos y aceptarlos. En plan de ser auténticos y fieles a nosotros mismos, en los momentos de tensión, tristeza o incomodidad deberíamos tratar de describir eso que nos está pasando con el mayor vocabulario posible. Ir más allá de los adjetivos obvios como “triste”, “cansado” o “enojado” y nombrar nuestras emociones con más detalle.
Cuando aprendemos a reconocerlas, el siguiente paso es sentirlas con plenitud, para finalmente expresarlas de forma adecuada. No descargando ese enojo o dolor, sino siendo capaces de decir “así me siento, esto es lo que quiero, esto es lo que necesito”. Conectar con los demás incluye compartir nuestros sentimientos. Y al hacerlo no solamente los validamos, sino que nos volvemos cada vez más fieles a nuestra propia esencia.