Recuerdo aquellas noches con mis mellizos bebés en dónde vagaba por mi mente la frase conocida “Los niños no vienen con manual de instrucciones”, deseando profundamente que no sea cierta y tener un manual mágico que pudiera responder todas mis preguntas como madre, que viniera con garantías y pueda calmar mi ansiedad.
La realidad es que esto no sucede, y que por más de que corramos detrás de una falsa “seguridad” fanatizándonos con algún método de crianza de moda o siguiendo algunos “tips” de especialistas, la incertidumbre de ser padres va a estar presente siempre… y tendremos que aprender a tolerarla y aceptarla.
Como bien dice Brené Brown, estoy convencida de que navegar la maternidad amigándonos con nuestra incertidumbre y nuestra vulnerabilidad es mucho valioso que esa “seguridad” tan peligrosa que muchas veces nos lleva a absolutismos, intolerancia y juicios sobre como “educar” a nuestros hijos.
Cuantas veces nos encontramos con esa mirada enjuiciadora si vemos a otra madre hacer algo diferente a nosotras y casi en automático lo volvemos crítica en una actitud de superioridad. La compasión y autocompasión para nosotras mismas es el mejor antídoto para todo esto.
La realidad, por más aterrador que suene, es que no existe la “educación perfecta”, es imposible “enseñar” a ser buen padre o madre, ni tampoco tener garantías mágicas sobre lo que estamos haciendo como padres. La única verdad es que el mayor indicador de cómo serán nuestros hijos tiene que ver con nuestra forma de ser y de comprometernos con el mundo. Nada más y nada menos.