Detente y huye
Muchas veces, cuando llega una pareja, como terapeutas no sentimos esa tensión de lucha, o de retirada, sino algo más difícil aún… un silencio sepulcral. Los dos se bajaron del ring. Dejaron de bailar. Los dos están en silencio y se respira dolor y tensión en el ambiente. Se han instalado en la autoprotección y actúan como si no sintieran ni necesitaran nada.
Esta es la evolución del segundo diálogo maldito, ataque-huida. El que ataca, da la batalla por perdida y al final se queda en silencio como el otro. Tira la toalla. Surge como consecuencia de la pérdida de intimidad y la sensación de impotencia ante la idea de recuperarla. El verdadero problema de esta dinámica es que cada uno piensa que se debe a los defectos de su propia personalidad.
Nadie quiere correr riesgos, de modo que la danza ha llegado a su fin. El que decide retirarse en general siente gran impotencia por no haber logrado la atención del otro. Y el que venía evitando la situación, ya está acostumbrado a la soledad y la distancia.
¿Qué podemos hacer para salir de esta dinámica? Lo primero es reconocerlo, y poder pedir ayuda. Cuando llegamos ya a este punto en donde los dos dejan de bailar, es difícil rearmarse solos, porque seguramente ya hemos intentado varias estrategias que no funcionaron. De todas maneras, nada está perdido, estén atentos al próximo posteo en dónde voy a compartir algunas claves para ganarle a los diálogos malditos.
¿Te pasó alguna vez?