Cultivando nuestro jardín secreto

Por Delfina de Achával

| 23/06/2020 |

Me encanta bailar y cuando pienso en una pareja, me ayuda mucho imaginarlos bailando. Una pareja saludable muchas veces baila. Bailan juntos, entrelazados en el AMOR, como se bailaban los famosos lentos hace unas décadas atrás; y otras veces, cada uno por su lado, entretenidos en sus movimientos al compás de la música.

Pero cuando la pareja funciona, siempre están conectados, en SINTONÍA con ellos mismos y con el otro. Buscando esa distancia óptima en que el otro no esté tan cerca como para no dejarnos desplegar nuestros pasos, ni tan lejos como para no vernos y perdernos el uno del otro.

Muchas veces, cuando buscamos intimidad para evitar sentirnos solos, sin querer nos vamos demasiado cerca del otro, y eliminamos el espacio necesario para que el deseo florezca. Porque el DESEO necesita DISTANCIA. Y eso implica aprender a sentirnos “solos”, aunque estemos en pareja.

Esther Perel, una de mis referentes en pareja, afirma que las parejas pueden estar muy bien cuando aprenden a cultivar sus “yo individuales”, su sentimiento de INDIVIDUALIDAD. ¿De qué se trata esto? De la importancia de lograr intimidad y conexión con uno mismo, para luego, en nuestra intimidad mutua, compartir con el otro la vida diaria, el espacio físico y partes esenciales de nuestra vida, pero no TODAS. ¿Se entiende?

El espacio propio, la intimidad conmigo mismo, es mi JARDÍN SECRETO. Es aquel espacio físico, emocional e intelectual que sólo me pertenece a mí. No todo tiene que mostrarse. “El AMOR necesita saber todo del otro, el DESEO necesita algo de misterio. El AMOR pretende poseer, el DESEO pretende querer”, dice Esther Perel.

Así que, sí quieren encender el deseo, que muchas veces se va apagando con la comodidad que brinda el amor, aquí va mi consejo: el AIRE aviva el FUEGO. ¿Cómo? Tomen distancia, denle espacio a la pareja, armen su propio jardín secreto en donde puedan perderse entre sus hobbies, sus proyectos, sus cosas propias. Y sólo así nuestra pareja podrá mirarnos a la distancia deseando ser parte (un ratito) de nuestro mundo. 

Después de muchos años de estudiar la mente humana integrando la ciencia occidental con la filosofía oriental, sentí una profunda necesidad de compartir mi mirada del mundo y reivindicar el poder de lo simple, chiquito y cotidiano para nuestro bienestar.

Quiero invitarlos a recorrer este espacio juntos, y así incorporar recursos y herramientas hacia una vida más alegre, liviana, y amable, en dónde honremos el vínculo con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

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