¿Compartís que somos seres humanos, pero vivimos en un constante HACER? Nos pasamos la vida corriendo de una actividad a la otra, tachando ítems de nuestra lista de tareas sin parar y pensar porque estamos haciendo eso. Está en la agenda, entonces hay que hacerlo. Sintiéndonos (ilusoriamente) súper eficientes, pero termina el día y llegamos agotados. Pero resulta que lo que se pasa en el medio es nuestra VIDA. Porque los días son largos, pero los años son cortos.
¿Te preguntaste alguna vez cómo sería tu vida si hicieras menos? Algo así como llamo a uno de mis talleres: Hacer menos para Ser más. ¿Cómo sería tu día si conectaras más con el modo SER y menos con el HACER? ¿Si, por ejemplo, estuvieras en una sala de espera sin chequear tu teléfono o manejaras sin poner música o la radio? Si te quedaras más en silencio. Más en conexión con tus emociones y menos con el afuera y sus múltiples reclamos.
Ponernos en modo SER no es fácil. Implica sentarnos con nuestros miedos y diálogos internos y escucharnos. Prestarnos atención y no adormecernos con el ruido del mundo. Muchos no saben hacerlo, y descansan en la ansiedad como el motor que los lleva a hacer cosas por las que se consideran eficientes. Dice la psiquiatra @poojalakshmin que un “hacer humano” está incómodo en la ansiedad, pero al mismo tiempo es adicto al subidón que implica liberarse de ella cuando hace cosas. Una paradoja en la que viven muchos (o casi todos).
Pero siempre digo, no es fácil ponernos en modo SER, pero es necesario. Es la única forma de examinar si eso que estamos haciendo cuando nos volvemos “productivos” está alineado con lo que verdaderamente deseamos. ¿Va de la mano de nuestros valores y propósito? ¿O lo hacemos para evitar el temido momento de frenar y escucharnos?
Si sueltan esa ansiedad que los impulsa, hay quienes temen no poder ser eficientes en su trabajo. Pero la mayoría de las veces, cuando soltamos el control y nos permitimos desacelerar, terminamos haciendo más de lo que verdaderamente importa.