NO QUIERO QUE RESUELVAS MI PROBLEMA, QUIERO QUE SIMPLEMENTE ME ESCUCHES

Por Delfina de Achával

| 19/09/2025 |

Una amiga puede ser medicina. No porque tenga las respuestas, sino porque sabe quedarse en el silencio a nuestro lado. Habitar la incomodidad sin apurarte, sin llenar espacios, escuchar sin interrumpir, sentir con vos sin querer arreglarte o cambiarte.

La energía femenina tiene que ver con eso. Con el vínculo, la presencia, la escucha que no interrumpe. Y no se trata de géneros. Todos llevamos dentro algo de energía femenina y algo de energía masculina. La masculina, cuando se activa, quiere resolver, accionar. Entiende el problema, analiza y propone una salida. Pero a veces, cuando una está en crisis, lo último que necesita es que le expliquen cómo salir de allí. En cambio, lo que más necesitamos es que nos acompañen ahí donde estamos.

Lo veo mucho en las sesiones de terapia de pareja. Ella llega angustiada, y él -desde el amor, claro- quiere ayudarla a salir de esa emoción incómoda. Le pregunta qué va a hacer con eso, le sugiere caminos, le ofrece una solución. Pero no es lo que ella necesita. Ella necesita llorar, enojarse, desarmarse un poco, y que alguien le diga que está bien sentirse así. Que no está sola.

Porque hay una forma de empatía que no busca arreglar al otro, sino abrazarlo tal como está. Esa empatía emocional (la de estar con el otro, no encima ni adelante) es algo que, en general, las mujeres tenemos más desarrollado. No porque seamos mejores, sino porque estamos más entrenadas. Nos enseñaron a cuidar, a escuchar, a leer microgestos no verbales, a ser red y tribu.

También es verdad que a veces esa misma empatía nos juega en contra (nos ahogamos en vasos de agua, nos quedamos pegadas a la emoción y nos cuesta pasar a la acción). Pero es una fuerza inmensa, una forma de sostenernos entre nosotras cuando todo se tambalea.

Por eso, estar con amigas en un momento difícil puede calmar el cuerpo. Bajar el ritmo cardíaco, relajar el sistema nervioso. Lo dice la ciencia, sí, pero también lo dicen nuestras experiencias: ese alivio que se siente después de hablar con alguien que te entiende de verdad, no tiene receta.

Después de muchos años de estudiar la mente humana integrando la ciencia occidental con la filosofía oriental, sentí una profunda necesidad de compartir mi mirada del mundo y reivindicar el poder de lo simple, chiquito y cotidiano para nuestro bienestar.

Quiero invitarlos a recorrer este espacio juntos, y así incorporar recursos y herramientas hacia una vida más alegre, liviana, y amable, en dónde honremos el vínculo con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

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