Aunque a menudo se usan como sinónimos, pero meditar y hacer ejercicios de respiración son prácticas distintas, cada una con su utilidad específica.
Meditar consiste en observar la mente sin intervenir en el flujo de pensamientos, estar presente en el momento y aceptar lo que ocurre sin intentar cambiarlo. Permite volver al cuerpo y a los sentidos, observar emociones y sensaciones sin juicio, y desarrollar atención plena.
Respirar con intención, en cambio, es una acción consciente que busca modificar el ritmo respiratorio con un propósito: relajarse, enfocarse, recargarse o calmarse. A través de la respiración se puede activar o relajar el sistema nervioso y generar cambios inmediatos en el estado físico y mental.
No existe una práctica mejor que otra: todo depende de lo que necesitemos en cada momento. Se pueden combinar o elegir según la situación, siempre buscando ese espacio de pausa previo a cualquier acción consciente.