Aprendimos a sobrevivir yendo rápido, resolviendo sin parar, llenando la agenda para no sentir. Y eso, que es nuestra manera de salir adelante en tiempos veloces, lo convertimos en definición de éxito. Pésima decisión…Pero sobrevivir no es vivir.
Para sanar ese mecanismo de tantos años, necesitamos bajar el ritmo, sentir lo que evitamos y darnos permiso para reconstruirnos de otra forma.
A veces hasta parece contradictorio: cuando el cuerpo sale del modo supervivencia y empieza a relajarse, es normal que aparezcan molestias físicas, y hasta nos enfermamos. Es parte de recuperar el equilibrio en nuestro sistema nervioso. Es como si hubiéramos bajado las barreras, y entonces bajan literalmente las defensas.
Pero no te asustes, es un proceso. La vida no se vuelve armónica sola. Somos nosotros quienes la hacemos armónica con hábitos y rituales que nos devuelven presencia, calma y conexión.
¿Y cómo empezamos a bajar revoluciones? Acá te comparto algunas ideas:
- Comer despacio y disfrutar la comida, o al menos los primeros bocados.
- Caminar sin mirar el celular y foco en los 5 sentidos.
- Tomar pausas en mitad del día (sin culpa).
- Dormir una siesta o escuchar música instrumental.
- Regalarnos un tiempo en la naturaleza, si es posible descalzos.