La mente es como un mono saltando de rama en rama por el bosque. A veces está más calma y tranquila, y otras, más veloz, agitada y nerviosa. La mente de mono no es buena, ni mala. Lo importante es la relación que tenemos con ella.
Si tratamos a nuestra mente de mono como nuestro jefe que nos domina, o como nuestro enemigo, tenemos un problema. Estoy segura de que ninguno/a de nosotros/as quiere un jefe loco o irritable.
Lo mejor es amigarnos con ella. ¿Cómo hacemos? Como cualquier amistad: ¡tienen que conocerse! Y esto se logra practicando, una y otra vez.
Cuando la mente empieza a vagar, a hacer lo que quiere, saltando de rama en rama, no tenemos que resistirla, ni pelearnos con ella. Para hacernos amigos y que se aquiete hay que darle UNA TAREA, pasar nosotros a ser los jefes de nuestra mente de mono. Y esta tarea es MEDITAR de diferentes maneras, con prácticas de concentración, caminata consciente, escaneo corporal, etc. Y sólo así, nuestra mente de mono se irá calmando y aquietando.
Un secreto: para no perder de vista al mono si va muy rápido, debemos observarlo conscientemente e incluso ser UNO con él. La mente contemplando a la mente es como la unión entre un objeto y su propia sombra. Ambos son una sola cosa.
El camino de la meditación va de la observación de la mente a observar la propia naturaleza de nuestro ser. En cuanto sos capaz de aquietar la mente, en ese momento tu mente es una sola, única y maravillosa.