La culpa, una emoción que nos atraviesa.

El que nunca sintió culpa, que tire la primera piedra. ¡Dudo que vuele alguna! Todos la experimentamos, ¿cierto? Es una de las emociones más comunes, pero también de las más tóxicas. Aparece en el trabajo, entre amigos o en la familia. Está ahí, sobrevolando bajito, como una sombra. La culpa, la eterna culpa.

¿Y a qué se debe? Según la psiquiatra española @marianrojasestape, nace cuando sentimos que no actuamos bien o no cumplimos con las expectativas que habíamos generado, en otro o en nosotros.

La culpa no es mala en sí misma, porque nos permite sobrevivir de forma saludable como especie. ¿O no es bueno que nos sintamos culpables si lastimamos a alguien? Si no, seríamos psicópatas… En ese sentido, la culpa es buena y puede ser sana, ayudándonos a corregir nuestros errores.
Pero cuando se vuelve esa sombra persistente, se convierte en patológica. Y si somos un poco obsesivos, hasta podemos engancharnos de forma circular, rumiando siempre la misma culpabilidad. La clave es preguntarnos qué es eso que nos da culpa y analizar si de verdad es grave o no merece que nos torturemos así.

Para hacer profundizar en esta emoción, invité a compartir la visión y recomendaciones a dos expertas, Rosario Vigil y Delfina Soares, creadoras de @conectate.comunidad, un emprendimiento de juegos y herramientas para sumar conexiones reales y genuinas. Psicopedagoga (Delfina) y licenciada en Marketing (Rosario), ambas son coach y las interlocutoras perfectas para tratar este tema tan presente.

Les comparto el link al vivo de Instagram por si quieren verlo: https://www.instagram.com/p/C300L87PJmQ/

Un abrazo, Delfina