Hoy quería traerles esta reflexión: ¿los psicólogos somos de carne y hueso? ¿O somos superhéroes a los que nada nos pasa ni afecta?. Esto lo traigo un poco en chiste, y un poco en serio. Y acá llamo a mis colegas a que me banquen en comentarios: ¿cuántas veces nos han dicho “pero si sos psicóloga/o, ¿cómo no podes con esto?”.
Y no, muchas veces NO PODEMOS. Porque cuando somos madres, padres, hijos/as, pareja, también muchas veces se nos queman los papeles.
¿Porqué? En nuestra vida personal, la emoción está en juego de manera mucho más potente que cuando ayudamos a un paciente. Mi vínculo terapéutico con mis pacientes, a quienes fuerte, es diferente y maravilloso porque tengo una distancia óptima (y objetiva) para ayudarlos a tener una mirada fresca y curiosa sobre los que les pasa. Y por supuesto, eso también hace conmigo mi terapeuta, a quien adoro (y extraño porque está de vacaciones).
Por supuesto que tenemos más herramientas y recursos, porque nos pasamos muchos años estudiando la mente humana. Y en ocasiones, eso nos permite salir adelante más rápido, tomar perspectiva, y hasta tener el radar más afinado para verla venir y salir corriendo a tiempo.
Pero algunas veces también caemos en nuestras propias trampas, sesgos mentales, juicios… ¡y zas! Sucede. ¡Pero BIENVENIDO sea! Porque eso nos permite conectarnos con nuestra vulnerabilidad, nuestros lados más oscuros e imperfectos. Y es desde ahí que surge la verdadera AUTENTICIDAD (algo que no abunda en nuestra sociedad, y muchas veces falta en redes sociales).
¿Y saben qué? También desde ahí, como la flor de loto, blanca e impoluta, que surge del pantano y el barro, surge en nosotros la verdadera belleza: nuestra FORTALEZA y VALENTÍA.
Así que, SIEMPRE, cuando venga el, a mirarlo de frente. No importa qué rol o qué título tengamos colgado. Siempre con consciencia, humildad, aceptación y autocuidado. Y sabiendo que también va a pasar, descansando en la impermanencia de la vida.
Vamos por vidas más reales y más auténticas. ¡Los abrazo fuerte!