“Ya no puedo sostener más esto por vos. De hecho, nunca fue mío. Te lo devuelvo con amor para que hagas con esto lo mejor que puedas”.
¡Uf! ¡Qué alivio siento cuando leo esta frase! ¿Les pasa lo mismo? Reflexionemos sobre LÍMITES SALUDABLES, límites que sanan nuestros vínculos.
¿Por qué nos cuesta tanto ponerlos? ¿Por qué pasamos cargando durante años cuestiones que NO NOS PERTENECEN, y cuando terminamos pidiendo ayuda lo hacemos desde la queja, el reclamo y el enojo?
Aun siendo psicóloga, me cuesta mucho poner límites sanos. Pero como con cualquier hábito, siempre se comienza por practicarlo. Y un día arranqué, y empecé a devolver a cada uno de mis seres queridos aquello que no me pertenecía, desde el amor y el respeto, pero liberando mi mochila. A algunos les cayó mejor que a otros, pero a la larga siempre la relación mejoró.
La intención es entender que esos límites en la adultez, puestos de forma firme y amorosa, tienen que ver con algo sano para la relación. Uno no puede hacerse cargo del estado emocional de otro; sí acompañarlo desde la empatía y la compasión, pero lo del otro ES DEL OTRO. Además, al devolverle al otro lo que es suyo, le estamos brindando una enorme oportunidad de hacer algo nuevo con lo que le pasa o siente.
Lo digo así, cortito y al pie: los límites nos permiten abrir espacio entre uno mismo y el otro, y son la base de una relación sana. En este acto de poner límites, cultivamos el amor propio, la autocompasión, y también nos permitimos aceptar de mejor manera los límites de los demás.
¿Qué les parece? ¿Cómo se llevan con los límites en sus parejas? ¿Les cuesta o les resulta fácil poner y aceptar límites en sus vínculos?
Ph: Krogh Andersen Studio