Quiero compartir con ustedes otra palabra de origen japonés, que me parece muy especial por su mirada sobre los momentos difíciles que experimentamos en nuestra vida.
Kintsugi es el arte de reparar piezas de cerámica rotas, con polvo de oro entre las juntas, convirtiéndolas en piezas aún más bellas y originales que antes.
¿Y por qué digo que aporta una mirada sobre los momentos difíciles de nuestra vida? Porque Kintsugi llevado a nuestra vida nos invita a abrazar nuestras imperfecciones, nuestros dolores, los obstáculos que se nos han presentado, tomándolos como parte de nuestra historia y forjadores de nosotros/as mismos/as.
Como explico en un reciente artículo de Paz Berri para @ser_mas_positivo, tengo una frase de cabecera en mi vida que dice: “Si sentís gratitud por el lugar en el que estás, respetá el camino que te llevó hasta ahí”. Somos fruto de nuestra historia, y eso incluye nuestros dolores y las dificultades que hemos vivido. Pero más que querer emparcharlos rápidamente para que pasen, es importante repararlos con kintsugi. Es decir, dar lugar para sanar. Entendiendo que, sanando realmente, daremos lugar a aquello que nos hace únicos y auténticos. Haciendo una pausa para conectar con nuestras emociones, sin negarlas ni reprimirlas, y sabiendo que son pasajeras. Siendo autocompasivos y focalizando en el proceso, en lugar de en el resultado.
Los invito a reflexionar sobre cómo podemos mirarnos a nosotros mismos con kintsugi, abrazando nuestra historia y valorando nuestro camino único. ¿Qué les parece?