Seguro te pasó más de una vez: salís de una sesión de terapia sintiendo que la cabeza te va a mil, con cientos de ideas y pensamientos, con reflexiones a medio hacer. Y quizás tu método sea dejar que ese oleaje y esa espuma vayan bajando, y ver cómo decantan los pensamientos con el correr de los días.
No está mal, es un proceso válido. Pero hoy quiero proponerte otra opción: la próxima vez que salgas de una sesión, sentate y escribí lo que sentís. En notas del celular, en tu grupo personal de WhatsApp, en tu libreta. En donde quieras. Pero ESCRIBÍ. Puede ser profundamente revelador y muy sanador.
¿Por qué? Te comparto 6 razones:
- En este ejercicio, muchas veces nos damos cuenta de que no sabíamos realmente lo que pensábamos hasta que lo vemos escrito.
- Al escribir podemos sacar conclusiones, entender con más profundidad lo que atravesamos, poner orden, tomar distancia física y mental de lo que nos pasa.
- Lo que no se trabaja, se olvida. Anotar ideas clave, frases del terapeuta que dieron en la tecla o insights personales, hace que los aprendizajes realmente se graben.
- Con el tiempo, releer lo que escribimos puede ayudarnos a ver cómo evolucionamos. También, qué patrones se repiten y en qué áreas todavía necesitamos trabajar.
- No siempre nos animamos a decir todo en terapia, y escribir puede dar el espacio para sacar a la luz eso que quedó adentro.
- La terapia nos guía, pero al final somos nosotros quienes encontramos nuestras propias respuestas. Y escribir puede ayudar a escucharnos mejor.