Mindfulness a partir de la compasión nos trae las cualidades de una mente tranquila con espaciosidad y claridad, la fuente de nuestra capacidad para discernir la sabiduría. Y por otra parte, también nos conecta con el corazón abierto: tierno,
cálido y fluido.
Combinados, estos atributos nos permiten sentir con profundidad y actuar con sabiduría, aun cuando actuar signifique no hacer nada.
Cultivar la compasión hacia los demás, conectar con el sufrimiento ajeno y sentir la necesidad de aliviarlo, es algo que está en nuestra naturaleza.
La sustancia gris central o periacueductal del cerebro y las conexiones que mantiene con la corteza orbitofrontal son en gran parte responsables de esta conducta. Cuando vemos a los demás pasandola mal o sufriendo, se nos activa esta parte del cerebro, estamos hechos para sustentar y ayudar a quienes lo necesitan.
Y asimismo, cuando ayudamos a otros se activa el circuito de placer y la recompensa en nuestro cerebro incluso más que cuando recibimos algo.
¿Y cómo cultivamos la compasión?
Solo podemos conservar lo que tenemos, dándolo.
Si queremos ser felices, tenemos que hacer felices a otros.
Si queremos ser amados, tenemos que amar.
Si queremos estar alegres, tenemos que dar alegría.
Si queremos tener paz, tenemos que crearla a nuestro alrededor.
Y, si queremos curar nuestras heridas, tenemos que curarlas de los demás.