Muchas veces me encuentro abrumada y exhausta por todo lo que tengo que hacer, pero más aún preocupada de no estar haciendo “lo suficiente”. ¿Alguien estuvo ahí? El otro día me crucé con el concepto de CANSANCIO EMOCIONAL, definido como la fatiga que viene de preocuparse demasiado durante mucho tiempo. Y creo que dio en la tecla de lo que muchas veces sentimos las mujeres.
El mundo ha convertido al bienestar en otro ítem más de nuestro checklist para vivir una vida feliz y plena. Arrancamos con el jugo verde, el agua con limón, la app de meditación, la caminata, dormir sin pantallas… Pero en cuanto algo mínimamente rompe ese envión, ¡PUM!, volvemos a foja cero en nuestro autocuidado. Y nos frustramos, nos enojamos con nosotras mismas, estamos exhaustas… ¿Cuánto más tengo que sostener para poder finalmente ocuparme de mí?
Esto es el cansancio emocional. Y tiene que ver con este “síndrome de hípergenerosidad” que tenemos muchas mujeres. Esa sensación de obligación moral de dar cada gota de nuestro ser (energía, tiempo, dinero, amor, etc.) por los demás, sin medir el costo en nuestra salud física y emocional. Sentirnos culpables al decir que no, sentirnos responsables de las emociones de los otros, pedir perdón todo el día por cualquier cosa, buscar excesivamente la aprobación ajena. ¿Te suena?
Lo curioso es que creo que la solución a este síndrome no tiene que ver con volvernos “egoístas” y encerrarnos en nuestro auto-cuidado. Todo lo contrario. Creo que la salida de este cansancio emocional tiene que ver con el dar, y también con el aprender a recibir. Aprender a pedir ayuda y dejarnos sostener en el apoyo y afecto. Entender que hacemos lo mejor que podemos, lo suficientemente bien, y no solo porque “debemos” hacerlo, sino por algo más grande que nosotras. No tengo dudas de que ser buenas personas, amables con nosotras y los demás, es el trampolín desde el cual nos lanzamos a una vida plena.
¡Feliz día a todas las madres argentinas, este posteo está dedicado a todas ustedes!