Seguro lo viviste: estás acostado intentando dormirte, sintiendo cómo lentamente vas cayendo en esa suerte de colchón de nubes que te abraza, cuando de pronto se te cruza una idea.
Y muchas veces, es una idea BRILLANTE. Una que sentís que puede resolver todos tus dilemas laborales, esos que rumiaste durante todo el día. Pensás que deberías levantarte y anotarla, porque corrés el riesgo de olvidarla. Pero el sueño termina de tomarte y sumergirte en la nube, y antes de que puedas activar, te dormís.
Todos experimentamos alguna situación así. En su libro “La ciencia de las (buenas) ideas”, el científico e investigador Diego Golombek se refiere a este intervalo entre el sueño y la vigilia como la hipnagogia, y cuenta que es un momento mágico en el que estamos entre dos estados de conciencia. Es como una ventana por la que podemos espiar nuestro mundo onírico, y por donde se cuelan algunas de las asociaciones de ideas más creativas e ingeniosas.
¿Y cómo no perderlas? Requiere entrenamiento. Él sugiere mantener un anotador junto a la cama y tener la voluntad para salir del trance y tomar nota. “No dejar que esas ideas vuelvan al océano del inconsciente”.
Pero eso no es todo lo que nos trae la noche. En nuestros sueños también puede haber información interesante. Si sos de los que nunca recuerdan lo que soñaron más que unos segundos apenas despertar, no te estreses: también podemos entrenarnos para recuperar esas ideas creativas. La clave es no abandonar ese retazo de recuerdo apenas despertamos, escribirlo, convocarlo. Poco a poco nos iremos haciendo más hábiles y conscientes.
¿Y por qué el sueño logra estos momentos eureka? Porque mientras dormimos nuestra mente reorganiza la experiencia previa, aportándonos una claridad y perspectiva que antes no teníamos. Por eso, “a la creatividad siempre es mejor consultarla con la almohada”.